
Withnail and I
🎬 Año: 1987
⏱ Duración: 1h 47 min
🌍 País: Reino Unido
🎥 Director: Bruce Robinson
📖 Novela: N/A
🎭 Género: Drama, Comedia
💰 Presupuesto: $1.100.000
💵 Taquilla: $1.950.623
Withnail & I (1987): Tristeza salvaje para los perdedores más entrañables del cine
Un trago por el fin de la década, la juventud… y el futuro
Hay películas que no solo ves: las habitas. Y Withnail & I es una de esas. Una obra tan británica como el té con leche, pero con vodka, speed y desesperación flotando en cada taza. Dirigida por Bruce Robinson y basada libremente en sus experiencias personales en el Londres de finales de los 60, esta comedia negra se ha ganado su estatus de culto con absoluta justicia. Porque no se trata solo de las desventuras de dos actores desempleados: se trata de lo que queda cuando los sueños se evaporan y solo queda el humo, el alcohol y la dignidad colgando de un hilo.
Argumento: huir de todo, incluso del campo
Ambientada en 1969, Withnail & I sigue a dos amigos: Withnail (Richard E. Grant), un actor desempleado, histriónico y autodestructivo, y su compañero de piso, conocido solo como “I” (interpretado por Paul McGann), más introspectivo y resignado. Viven en un apartamento inmundo en Camden Town, sobreviviendo a base de sustancias, pánico existencial y la más seca ironía.
Agobiados por el tedio urbano, deciden hacer una escapada rural a la cabaña del excéntrico y libidinoso tío Monty (una joya interpretativa de Richard Griffiths). Pero el campo no es ese oasis que imaginaban: la lluvia no cesa, no hay comida ni calefacción, y los locales no les tienen especial cariño. Lo que en principio parecía una vía de escape se convierte en otro viaje caótico, donde afloran tensiones, miserias y la inevitable separación de caminos.
Richard E. Grant: el delirio hecho carne
Grant construye un personaje inolvidable. Withnail es excesivo, teatral, brillante y patético. Un bufón trágico que habla como si cada frase fuese un monólogo de Shakespeare, incluso mientras vomita en una zanja. Lo curioso —y cruel— es que su encanto no basta para salvarlo. Withnail está condenado desde el principio. Su forma de existir es insostenible, pero también es la más auténtica.
Y, para añadir otra capa de ironía a todo esto, Richard E. Grant no bebía alcohol cuando hizo el papel. Lo preparó bebiendo durante días hasta que su cuerpo aceptó la experiencia. Lo que ves en pantalla no es un borracho haciendo de borracho: es un actor entrando al infierno y saliendo con una copa aún en la mano.
Una película sobre el final de algo… sin saber qué exactamente
Aunque parezca ligera por momentos, Withnail & I está impregnada de melancolía. No hay una estructura clara ni un arco de redención tradicional. Lo que hay es una lenta disolución de la juventud, de la amistad, de las ilusiones artísticas. Se siente como el final de los 60 sin necesidad de mencionarlo explícitamente. Como una resaca emocional colectiva.
La actuación de Paul McGann es más silenciosa, pero no menos poderosa. Él es el observador, el que tiene la posibilidad de cambiar. Al final, es él quien da el paso fuera de la neblina, mientras Withnail se queda atrapado, repitiendo diálogos de Hamlet bajo la lluvia, solo frente a unos lobos del zoológico. Esa escena final es devastadora. Es como ver a un alma recitar su propio epitafio sin saberlo.
Tío Monty: deseo, repulsión y ternura en un solo personaje
Pocas películas se atreven a retratar la sexualidad con la ambigüedad y el descaro con que lo hace Withnail & I. El tío Monty, con su lenguaje florido y su fijación por “I”, podría haber sido una caricatura ofensiva. Pero en manos de Richard Griffiths, se convierte en un ser tristemente humano: solitario, necesitado de afecto, y, al igual que Withnail, atrapado en su propio teatro de autoengaño.
Monty tiene momentos de ternura sincera, incluso en sus arrebatos más incómodos. Representa una generación que también se quedó atrás. Su mundo —todo flores, poesía y estética camp— ya está desapareciendo, igual que los sueños bohemios de los protagonistas.
Curiosidades para beber entre líneas
- El guion fue rechazado por varios estudios antes de que Handmade Films (la productora de George Harrison) la rescatara. Harrison incluso hipotecó su casa para que la película pudiera realizarse.
- El famoso “I demand to have some booze!” es uno de los tantos diálogos que se han vuelto mantra para fans que, como Withnail, sienten que nacieron en la década equivocada.
- Hay bares en Londres que cada 27 de septiembre celebran el “Día de Withnail” con maratones de la película y juegos de beber sincronizados con cada trago del film (no recomendado si quieres sobrevivir).
- El nombre verdadero del personaje “I” nunca se menciona, pero aparece brevemente en su pasaporte: Marwood.
- El abrigo de Withnail es ahora una pieza de culto. Literalmente. Fans han hecho réplicas exactas para usar en convenciones o simplemente para caminar por Camden con la frente bien alta.
¿Una comedia? ¿Un drama? ¿Un réquiem?
Withnail & I esquiva cualquier etiqueta. Es comedia, sí, pero una que se ríe de lo que duele. Es un drama, sin duda, pero sin grandilocuencia. Es un filme de personajes, de atmósfera, de silencios y estallidos. Robinson filma como quien escribe un diario: íntimo, sucio, lúcido, contradictorio.
Y su música —desde King Curtis hasta Jimi Hendrix— no es mero acompañamiento. Es el espíritu de una era que ya se va, que se esfuma entre nubes de humo y whisky barato. Cada canción acentúa esa sensación de fin de fiesta. De que lo mejor ya pasó y lo que queda son los restos.
Un clásico para los que se sienten fuera de lugar
Si alguna vez sentiste que el mundo avanzaba demasiado rápido sin ti, que eras demasiado sensible para la selva laboral, o que tus mejores diálogos nunca los has dicho en voz alta, entonces Withnail & I es tu película. Porque, más allá de las bromas, del patetismo y del surrealismo cotidiano, habla sobre nosotros: los que aún no sabemos si hemos salido del todo de la cabaña.
No importa si la ves en una pantalla enorme o en un portátil borroso a las tres de la madrugada. Esta historia de dos perdedores irresistibles se quedará contigo. Como un mal hábito. Como un recuerdo bonito que no sabes si fue real o soñado.